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viernes, 17 de junio de 2011

Pisadas de un errante caminar: Capitulo 3

 Pisadas de un errante caminar
Capitulo 3/ parte 2



A
brí mis ojos lentamente.
Al principio como en aquel "sueño" todo era borroso, pero poco a poco fui deslumbrado los detalles. Aun me encontraba en aquella enferma habitación, las velas aun seguían encendidas, en la misma posición.
Pero algo había cambiado, yo ya no me encontraba sentada sobre aquella vieja silla de roble, ahora en vez de ello, me encontraba acostada con la vista clavada en el techo o en alguna parte, porque aun no estaba completamente consciente.
A medida que mis sentidos despertaban, una fragancia familiar me invadió, y la suavidad de un gentil toque a modo de masaje se extendía, en el lugar exacto donde las garras de la bruja habían sido enterradas.
Y tengo que serles sincera: aquel lugar realmente ardía, y las marcas no se irían en un largo tiempo.
Mantuve mi vista ocupada en lo que parecía algo multicolor, mas tarde descubrí que solo se trataba de un candelabro, y también descubrí que mi visión me había engañado a la primera, porque era cierto que había dos velas a cada extremo de la mesa, en el lugar exacto que las había visto antes de caer en aquel… podríamos llamarlo "sueño aterrador"; pero no eran las mismas, las originales se hallaban en el suelo, tiradas y dispersas. Como si alguien las hubiera arrojado o chocado con una gran fuerza.
Ejercí pequeños movimientos con mis extremidades. Por lo visto estas se encontraban intactas y era un alivio saber esto.
Fue solo entonces cuando descubrí la calidez y protección que le brindaban a mi cuerpo los brazos de alguien, y en ese momento caí en la cuenta que no me encontraba completamente recostada sobre la frialdad del suelo, sino que medio tronco de mi cuerpo se hallaba levemente hacia arriba, sostenido de una forma delicada y cuidadosa.
Sentí como un extraño hormigueo comenzaba a invadir mi piel, causando un desconocido e intenso rubor en mis mejillas.
Porque no me encontraba precisamente en los brazos de mi mejor amigo.
Oh  no, me encontraba en…
Levante lentamente mi cabeza, no queriendo ver lo que mis ojos reflejarían.
Porque más allá de la suavidad de la lana, y la blancura del cuello de aquella camisa, había un rostro.
El rostro temido por aquella mujer, un rostro conocido por mí.
Y cuando mis ojos se elevaron y lo pude contemplar, no encontré el semblante de la bestia, ni la mirada obscura de un alma corrompida.
No, no, la figura de aquel ser, opacada cada tanto por mis pestañeos, estaba muy lejos de parecer eso.
El era un ángel.
Su fisonomía era aun más perfecta de la que había podido gozar en aquel borroso recuerdo. La intensidad de sus pupilas, me llenaron de la frescura marina de donde provenía, la quietud del silencio, la indomabilidad del océano.
El me observo, y vasto una sonrisa para embrujar mi corazón, y aun en los confines por donde vagaba mi alma en aquellos momentos, tuve la oportunidad de considerar ciertas las palabras de aquella bruja.
—Al, ¿cómo te sientes?  —pregunto, convirtiendo en melodía cada palabra pronunciada.
Despeje mi mente, intentando llevar toda mi atención al significado de sus palabras y no al millar de sensaciones que el sonido de ellas causaba en mi interior.
—Bien — conteste, lo que más bien se oyó como un murmullo.
El volvió a sonreír, dejando a mi corazón varado por unos segundos para luego dejarle batir sus alas como una mariposa, a un ritmo desbocado que aturdía mis oídos.
— Eso es bueno — dijo, y luego todo ocurrió de una forma demasiado rápido.
Un aullido ensordecedor interrumpió la calma del ambiente, percibí el temblor del suelo, aunque más tarde me di cuenta que era yo. Mi cuerpo temblaba sin control y no podía pararlo.
Eleve mi vista, y la imagen del mismísimo demonio me sonrío. Sus diminutos ojos sin expresión vagaron por mis facciones unos segundos, antes de liberar un nuevo aullido diez veces más atronador que el anterior, y abalanzarse sobre mí.
Y juro que hubiera gritado si no hubiera sentido su dulce voz de calma en mis oídos.
— "Todo está bien" — susurro.
Volví a elevar mi vista, y vi el fuerte sacudir del cuerpo de la bestia, mientras era retenida por unos fuertes brazos.
La silueta de Michael a penas deslumbrada a la luz de las velas, parecía más grande y feroz de lo normal. Aunque cuando sus ojos me encontraron una sonrisa familiar recorrió su rostro, y me sentí más tranquila y protegida.
A su lado se encontraba aquella mujer joven y morena que nos había atendido, intentando calmar a la que había dejado de ser su madre. Y algo más que note fue, que por unos minutos y aunque tal vez el sonido se halla distorsionado por el momento y mi situación actual, hablo la misma lengua que había escuchado ser usada por su madre.
Diana también estaba allí, varios metros más alejada de la situación, pero con la misma expresión que había adquirido la mujer de mis sueños. Aquello me tomo por sorpresa y no pude evitar temblar al recordarlo.
Él sintió mi cambio, y sus manos se movieron alrededor de mi brazo trazando diferentes formas en busca de calma para mi corazón.
Percibí el movimiento de su cuerpo, el soplo de sus labios sobre mis cabellos mientras hablaba con otra persona.
Al minuto siguiente sus brazos fueron remplazados por unos iguales de familiares pero menos acogedores.
Sentí como las lágrimas de Chal rozaban mis mejillas, mientras me ayudaba a levantarme. Ella no dejaba de murmurar una disculpa, una y otra vez.
Y eso solo causo un malestar aun peor en mi estomago, quien una vez más volvió a revolverse.
Me condujo hasta afuera, y la brisa nocturna fue para mi cuerpo, como un vaso de agua para un sediento.
Nos sentamos en las orillas de cemento que sobresalían de las vidrieras del local. No era el mejor lugar, pero era mucho mejor que estar de pie. Al menos ahí, no me mareaba ni tenía la posibilidad de caer de bruces al suelo.
Mi mejor amiga seguía sollozando, y sus cabellos ocultaban totalmente su rostro en plena agonía. Era demasiado horrible ver a Chal en aquel deplorable estado, así que negándome a seguir siendo testigo de aquello, eleve mi mano y toque su rostro.
Pronuncie su nombre.
— Chal.
Ella levanto el rostro instantáneamente, dejando visible sus opacos ojos oro.
Murmuro algo que no llegue a entender, y sus brazos me rodearon, mientras su llanto empeoraba cada vez más.
Me abrazo demasiado fuerte.
— Chal, ya basta, no deberías llorar de esa forma — le reproche. Y mi voz sonó en un tono más elevado de lo que esperaba.
— Oh, Al…Oh, Al —  susurraba una y otra vez  — si él no hubiera llegado, si no hubiera sentido curiosidad por tu tardanza, yo…—su voz se quebró varias veces a causa de las lagrimas.
Intente consolarla, pero ella no dejo llorar y abrazarme, mientras su disculpa resonaba en mis oídos una y otra vez por una razón que aun desconocía.
¿Qué había sucedido durante mi ausencia?
Mi mente estaba dando un giro de trescientos sesenta grados, cuando lo vi a él traspasar aquella rustica cortina de entrada.
Sus ojos me encontraron en el minuto exacto que levantaba la vista del hombro de mi amiga. Y aun en aquella situación, con mi cabeza dada vuelta y miles de incógnitas vagando por todo mi cuerpo. Tuve la oportuna posibilidad de plantearme si aquella conexión mística que experimentaba hacia él era algo normal.
No es que nunca me allá enamorado, pero aquel sentimiento era nuevo, nada similar a lo que haya sentido antes, y a pesar de eso lo encontraba familiar.
¿El sentiría lo mismo?
No, fue mi respuesta instantánea, cuando su cabeza de balanceo negativamente con media sonrisa en su rostro perfecto.
Y ahora recordaba el porqué aquel chico me había desagradado en un primer momento: era por la incomodidad que generaba a mí alrededor al hacerme sentir ajena, siempre desconocedora de una frase, una palabra esencial que dieran vida y significado al secreto oculto en sus ojos.
O tal vez simplemente estaba imaginando cosas. Bueno hablando en términos simples, eso sonaba más lógico.
Chanel se separo cuidadosamente de mí, y él como un buen caballero le ofreció su pañuelo.
— Las damas no deben llorar — dijo, mientras extendía su brazo para que Chal pudiera agarrar el pañuelo.
Ella lo tomo sin dudar, intercambiando conmigo una mirada llena de sorpresa.
Porque negarlo este chico era especial.
Chal y yo nunca habíamos sido populares ni conocidas, a penas si resaltábamos del grupo de las del medio, yo por los líos diarios que causaba con las "puro huesos" y Chal por sus calificaciones.
Si, no éramos la obra llamativa del salón, y puede que jamás apareciéramos en las famosas listas de fiesta de fin de curso, pero con respecto a lo demás éramos buenas compañeras, y aunque viviéramos en nuestros mundos distanciadas (según ellos), cada vez que necesitaban ayuda, ya sea para decorar el viejo estudio de teatro del instituto o en un examen, podían contar con nosotras.
Es decir nuestra relación social, era lo que se puede decir normal. Había chicos que nos hablaban, habían quienes nos repudiaban, y otros que simplemente nos ignoraban; y todo esto se regía - por supuesto- bajo la ley aplicada en cada lugar existente del mundo: "clase" "efectivo" y "belleza".
Ahora bien, no es que supiera mucho sobre nuestro querido príncipe - aparte de su buen porte, el frescor irradiante de su colonia, y la profundidad ultramar de sus pupilas- , pero de lo que podía estar segura, es de que él no era un "don nadie", tenia clase y el aroma a oro se respiraba desde la suela de sus zapatos hasta la última punta de sus cabellos.
En términos simples él estaba del otro lado de la muralla de nuestra carpa.
La pregunta del millón era:
¿Qué hace un chico así a nuestro lado, hablando como si nada?
Sin respuestas, vació y aire.
Aunque su extraña manera de actuar me dejaba a entrever - aunque parezca imposible- su adaptabilidad social. Eso explicaría "un poco" lo ocurrido la pasada noche.
— Gracias— contesto Chanel, mientras secaba sus lágrimas.
El se encogió de hombros con indiferencia.
— No hay de qué.
Chal meneo la cabeza. Levanto el rostro.
— No me refiero a esto.
Y distinguí un cambio en él, aunque fue a penas visible. Sus ojos no mintieron.
Mi amiga dejo escapar una pequeña sonrisa.
— Me refiero a todo — y una vez más su voz fue oculta en un torrente de lágrimas.  — Yo… lo siento.
La deje desahogarse sobre mi hombro.
No pude sentir "su" cercanía, hasta que una de sus manos rozo la mía en un intento de calmar el frágil corazón de mi amiga.
Pretendí no sentir nada e ignore la descarga eléctrica que experimentaba cada vez que su piel tocaba la mía.
— No llores Chal, no ha pasado nada—   la tranquilice.
Ella instantáneamente levanto el rostro. Sus me observaron con furia y tristeza.
 — ¡No ha pasado nada! — Dijo elevando la voz hasta el punto que mis oídos pitaban - si tienes razón, solo has estado a un paso de traspasar la puerta que separa el mundo de los muertos y los vivos.
— En realidad—  intervino una voz familiar, suave y baja.
Sus ojos estaban fijos en el cielo distante que nos rodeaba. Lo observe, y por primera vez me vi libre de mirarlo, sin la profundidad de sus ojos en mi rostro, ni la distracción de su sonrisa en mi mente
— No existe tal puerta. Solo es un camino, largo, estrecho…
— Y lleno de luz - termine irónicamente.
El sonrió.
— Iluminado por la bendita gracia de Su Señor.
A que se refería con "Su Señor”, a caso el no creía… ¿no creía en Dios?
Me hubiera quedado más tiempo en mi submundo, si no hubiera escuchado la voz de Chal hablándome - bueno en realidad casi gritándome-.
— Pero en fin Al, eso que importa, sea como sea lo que te ha ocurrido no es nada, no significa absolutamente nada ¿verdad? Tu muerte no es nada, ni razón por la cual preocuparse —  el tono de su voz cada vez fue más bajo, hasta solo quedar en un susurro. El llanto asomaba por el oro de sus pupilas, mientras la humedad de sus lágrimas aun era conservada en sus mejillas.
Era mejor hacer algo antes de que las cosas empeoraran.
— Chal — la llame, mientras apoyaba mi cabeza junto a la de ella, y la abrazaba.
_Yo no he dicho eso, por supuesto que importa mi muerte, y a mi más que a nadie, aun no he tomado el título de "masoquista" sabes, ni pienso hacerlo - y luego con mas animo agregue - bueno tal vez si, en algún atolondrado camino de mi vida, pero para ello aun queda tiempo.
Ella soltó una risita, y yo sonreí.
 — A lo que me refiero, Chal, es que no deberías actuar así. No me ha pasado nada…
— Salvo la lesión de tu cuello—  dijo él interrumpiendo mi discurso inspirador.
Le lance una mirada envenenada y él me devolvió una sonrisa.
No había dudas a este chico le encantaba hablar cuando nadie le llamaba.
 — Como decía —  proseguí. — No hay razón para que te sientas culpable y actúes de esa forma.
Chanel conservaba la mirada baja y sombría, perdida en la obscuridad del cemento.
— Pero Ben tiene razón.
— ¿Ben? —  pregunte desconcertada, elevando una ceja.
Mi mejor amiga frunció el entrecejo.
— Así es  — dijo, giro el rostro hacia nuestro querido entrometido oyente -él se llama así.
Él asintió.
— Benjamín— corrigió.
Así que ese era su nombre, aunque, a mi parecer, demasiado común. Pero bueno, ninguno de nosotros tiene la opción de elegir nuestros nombres al nacer, esta delicada misión que dejara huella durante toda nuestra existencia en la tierra la tienen nuestros padres.
— No lo sabía — admití, sin apartar la vista de su rostro. Una parte de mi en calma y la otra incompleta, negándose a creer aquellas palabras, aunque él las confirmaba, había algo que no encajaba, aunque aun no sabía el que.
Solo percibía en mi interior una gran inquietud.
Chanel me observo aun más confusa.
— Yo creí que eran amigos— dijo desconcertada.
— No — respondí, al mismo tiempo que sus labios articulaban la palabra "si".
Mi mejor amiga nos observo a ambos, con la frente arrugada y miles de porque aflorando en su rostro.
Si ella supiera la confusión mayor que sentía yo en mi interior, lo no agradable que era estar en aquella situación, y la inquietud envolvente que se expandía a mí alrededor, y todo por culpa de "aquel", o mejor dicho de "él".
La presión ejercida fue tanta que hasta Chal tuvo que salir "huyendo" de nuestro lado; dicho en simples términos, en realidad se excuso diciendo que iba a ver si Michael necesitaba ayuda con la mujer que había tratado de asfixiarme anteriormente.
Una vez ella se marcho, Ben avanzo sin prisa el espacio que nos separaba y se ubico a mi lado. Estiro sus brazos demostrando cansancio, y dejo vagar su vista en el inmenso cielo nocturno, habito con el cual comenzaba a familiarizar.
—  ¿Por qué dijiste eso? — cuestione.
Mi vista estaba clavada en lo que parecía ser la sombra de un roedor o, como podría ser también, un papel mal formado.
El bajo la vista, e inocentemente, pregunto:
—  ¿Por qué dije el que?
Vire los ojos.
— No hace falta que utilices tu doble mascara conmigo.
— Eso lo sé bien — contesto, y sus ojos despidieron una calidez conocida, sensación que despertó en mí una pregunta formulada con anterioridad.
¿Realmente nos conocíamos? Y si la respuesta era "si" ¿cuando y donde lo había visto? ¿En qué remoto universo, cosmos o "infierno" había admirado aquellos ojos?
Sus labios formaron una pequeña sonrisa.
— Eres especial.
Y aquella sonrisa me hizo considerar el significado de aquella frase, el mensaje oculto, y la finalidad buena o mala que las palabras contenían en ella.
Al final acepte el hecho, de que tal vez, solo tal vez, se refería a lo que - aunque no lo quisiera y lo detestara con toda mi alma- aquella mujer había dado a entender de mi.
 — Supongo que sí.
—  ¿Supones?
 — ¿Qué tal si volvemos al tema principal?
Los nervios comenzaban a consumir la poca paciencia que mi ser contenía en sus adentros, y para colmo mi humor no se encontraba dentro de sus días hábiles.
Ben se hecho a reír.
— Vaya humor, tus hijos estarán encantados de tener una madre como tú. - bromeo
No dije nada, solo lo observe.
“¿Qué más podía hacer?”
El arrojarlo contra el suelo no era una salida, no luego de que - para mi suerte - hubiese salvado mi vida dos veces, sin haber sido llamado.
— Pero estoy de acuerdo volvamos al tema principal.
Respire hondo, y continúe
— Porque le dijiste a Chal que éramos amigos.
El desvío la mirada, y cuando hacia eso tenía la certeza que no me escuchaba, me ignoraba completamente, pero esta vez me equivoque.
—  ¿No lo somos?
 — No — conteste fríamente, y mi voz se oyó demasiado helada incluso para mí.
— Es decir —  agregue, temiendo haber herido sus sentimientos con la respuesta fría y automática que le había ofrecido. —, uno no se hace amigo de las personas solo por verlas visto uno o dos veces. La amistad necesita un basamento sólido y equilibrado para…
— ¿Por qué estás diciendo todo eso? — pregunto, girando su rostro totalmente desconcertado.
Y podía asegurar que en su interior, se estaba burlado de mí.
— ¿Por qué?
— Al, se perfectamente lo que es la amistad, y lo que significa ser un "amigo" — levanto sus dedos e hizo el entrecomillado en el aire.  — Soy más viejo que tu, y estoy seguro que la experiencia que tengo no ha servido solamente para dejar huella en mi piel. Y si le dije eso, a tu querida amiga, fue solamente para ocultar la verdadera razón, razón que estoy seguro mantienes bajo llave para evitar problemas.
— Igual que tú— añadí, aun sin prestar mucha atención a sus últimas palabras, porque a decir verdad yo me había quedado capturada en las anteriores.
— Exactamente — finalizo él.
— Ben —  lo llame, pronunciando por primera vez su nombre teniendo por seguro que no sería la última vez.
Él me observo atento. No tengo la menor idea en lo que su mente trabajaba en aquellos momentos, pero la pregunta que especule no era la esperada por él. Tal vez pensaba que iría por algo más importante, pero qué más da, a mi me interesaba.
 — Has dicho que "tú vejes" te ayudaría a saber mejor el significado de lo que se llama amistad. Pero…  — me detuve, y no pude evitar sonreír ante el hecho - tú no puedes ser más viejo que yo, estamos en la misma lista, en el mismo radio de circunferencia.
Por un momento observe como su rostro se quedaba en blanco.
¡Oigan! tan patética era mi comparación.
Luego simplemente estallo en carcajadas (como siempre). Debo confesar que aquello realmente me irritaba, y por ende me disgustaba.
— Al, estoy seguro que te sorprenderías si supieras la edad que tengo, ni siquiera podrías divisarla en los límites de tu imaginación; y eso que es muy amplia, debo añadir.
— Oh, vamos —  le di un empujón. —  Tú no puedes tener más de dieciocho años. Veinte en mi máximo.
Ben paro de reír, y coloco los ojos en blanco.
— ¿En serio crees eso?
Aquel gesto, hizo que mi cabeza diera un giro completo.
Y si realmente aquella "bruja" tenía razón, y él era lo que se llama "demonio". Un temblor recorrió mi columna vertebral, disparando una corriente eléctrica en cada órgano de mi ser. Siendo sinceros, él mismo lo había aceptado, el lo había dicho: "ni siquiera podrías divisarla en los límites de tu imaginación". Nunca podría saber su edad, porque es un número incalculable ¿verdad?
Aunque aquello primeramente había considerado una broma. ¿Qué tal si no lo era?
El me devolvió a la realidad jalando suavemente mi capucha.
— Veinticinco, —  dijo, y al principio, debo confesar, que no le entendí. — tengo veinticinco. Esa es mi edad.
— Oh, vaya — me limite a contestar.
— No sé en lo que estarás pensando Al, ni qué mundo insólito estarás visitando, pero puedo asegurar que tiene algo que ver conmigo ¿No es cierto?
¿Algo? Últimamente todo tenía que ver con él.
Pero, por supuesto, no conteste, me limite a observar el desgaste del cemento.
Estuvimos varios minutos en silencio, hasta que escuchamos la sirena cercana de una ambulancia.
— Era hora — dije en voz baja, levantando la vista.
El resoplo.
— Sí, es verdad.
Se puso en pie, y me tendió su mano. Aquel gesto me hizo dar varios pasos atrás en el tiempo, hasta quedar frente al recuerdo de aquella lloviznosa noche de abril ocurrida esa misma semana.
 — ¿Qué sucede? —  pregunto extrañado ante mi inmutes. Al ver que no contestaba, añadió entono burlón—  ¿A caso nunca nadie ha sido cortes contigo?
Entrecerré lo ojos.
— Por supuesto que sí—  conteste ofendida.
Una vez de pie desperece mi cuerpo. Había estado demasiado tiempo sentada, y mis piernas parecían haberse tomado un receso, así que me estire varias veces, para volver a ponerlas en funcionamiento.
Me acerque a Ben.
Él estaba de espaldas, observando la oscuridad atrapante de una calle desierta en plena madrugada, dejándose llevar, estaba segura, por el sonido cercano de una sirena de urgencias.
— Eres extraño— dije, tocando la suave lana que revestía su cuerpo de atleta.
El giro, y sus ojos ultramares se fundieron en los míos.
— ¿En serio? No me digas ¿Recién lo has notado?
Negué.
— No, en realidad no, y eso me asusta.
Ben se hecho a reír, y no pude no contagiarme de aquella risa jovial y alegre.
¿Qué íbamos a hacer? él llevaba la delantera.

1 comentario:

Narrador dijo...

Gise, gracias por pasarte por mi blog. Me encantaria que participaras!
Te cuento:
He pensado en estructurar la sinopsis en 5 puntos; pero eres libre de mandarme lo que quieras. Pero bueno, si te ayuda, pues siguelos:
punto 1. Resumen conciso.
punto 2. Ambientación y personajes.
punto 3. qué aporta, hace diferente, novedosa, atrayente, interesante,... tu novela (un "por qué debes leerla", XD)
punto 4. expectativas, reacciones, datos interesantes, curiosidades,...
punto 5. futuro (proximas entregas, otras obras, spin off,...)
Como ves, en cada punto te dejo "opciones", me basta con que me hables de una (ejemplo: punto 3. originalidad de tu novela).
Puedes hacer la sinopsis todo lo larga o corta que quieras. Eso ya lo dejo a tu gusto y percepcion.
Si puedes, mandame o dame los enlaces, o dime donde encontrar las imagenes que quieres que use para ilustrar la sinopsis.
Espero que la idea te seduzca. Siente libre de sugerir, enmedar y hacerlo a tu gusto y modo!
Un abrazo de oso amoroso!

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