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jueves, 2 de junio de 2011

Pisadas de un errante caminar: Capítulo 2

Pisadas de un errante caminar
Capitulo 2/ parte 1
 Sucesos extraños

¿D
e qué valía correr? No estaba segura.
Pero algo debía hacer, no podía quedarme quieta mientras la muerte vestida de traje caminaba hacia mí.

El aire quemaba mis pulmones, imposibilitándome respirar; mi corazón latía descarriado y en cada nuevo instante la puerta de mi fin parecía abrirse un poco más.
Los pasos silenciosos de mi cazador, cada vez más cerca, arañaban mis oídos, cual si fueran municiones o estallidos en plena guerra.
Presa del pánico y el miedo, intentaba mantenerme en pie; cayendo y trastabillando en los infinitos brazos de la noche.
No había bar, comercio o vídeo club que no estuviese cerrado, como así también, casa a obscuras en pleno anochecer. Y me adentre en la boca del lobo, con la esperanza de aun continuar viviendo.
Podía sentir, el asfixiante calor de su cuerpo, la fetidez de su esencia en la mía. Sin poder bramar el grito desesperado que mi alma profería.
No escaparas.
Fueron las palabras de la serpiente transformada en hombre, que acorralaba mi existencia entre las cuatro paredes de su diversión enferma.
Uno, dos... tres.
Mi cuerpo decayó, y lo último que divise fueron dos ojos del color del zafiro, mientras en mi interior resonaba la risa de un ser impuro, un viejo amigo del tiempo... un demonio... mi cazador.
¿Este era mi fin?... ¿de verdad todo iba a acabar aquí?
Desperté asustada, con el corazón a punto de salirme de las costillas y sudando de una manera exagerada.
Mi cuerpo estaba enredado con una de las mitades de la sabana, mientras la otra mitad descendía onduladamente sobre el piso grisáceo de cerámica.
La oscuridad de la habitación le dio otro golpe al "pacifico" estado emocional de mi corazón.
Esta era la segunda pesadilla en una semana; y eso era algo raro, no solo porque eran extrañas y llenas de sensaciones - demasiado reales para mi gusto-, sino también porque jamás las tenia; generalmente mis sueños consentían en ver solo nubes blancas como el algodón, ni más ni menos.
¿Raro?; tal vez.
Pero estaba acostumbrada a ellas; y no a la idea de soñar con "monstruos" persiguiéndome por un callejón sin salida, como el ratón asustado que huye de su cazador.
Enterré mi rostro en la almohada.
Una pequeña vocecilla, en mi interior, gritaba que no iba a poder dormir tranquila durante un largo tiempo.
Y eso me asustaba... porque ella siempre llevaba la razón.
Me levanté.
El reloj de pared marcaba las tres y media de la madrugada; al lado de dicho objeto, un almanaque, señalaba las siguientes fechas en rojo:
Sábado 4 de abril. - en un círculo - "Gran Festival"
Domingo 19 de abril -tachado con una equis - "Cumpleaños de Al"
Quince días; faltaban quince días para mi siguiente cumpleaños.
Como volaba el tiempo; parecía que fuese ayer cuando festejábamos mi decimosexto, y ahora, muy pronto, festejaríamos mi decimoséptimo.
Suspire.
¿Qué gran "lío" armarían esta vez? No tenía la más remota idea.
La última vez - en las pasadas primaveras - organizaron una gran fiesta en conmemoración al cumpleaños de Chanel, con todos los conocidos y amigos de la familia, en un lugar a las afueras de la ciudad.
Yo - por supuesto - estuve y me encargue de los arreglos florales y la decoración del salón central; Michael se encargó de la entrada y el balcón, los demás se fueron repartiendo las tareas faltantes; y así, poco a poco, las piezas del rompecabezas se iban completando.
La cuestión es que al finalizar la casa de papel destrozada quedo hecha un castillo, adornada en verde y dorado - los colores favoritos de Chanel -.
Todos nos felicitamos por el hecho, sin poder creer el resultado asombroso que habíamos obtenido.
El momento más emotivo de la noche fue la llegada de Chanel, todos rompieron en lágrimas - me incluyo -; y ella los acompaño - sin dudar -.
Lo demás... lo demás es historia.
Mi habitación es el séptimo cuarto, del segundo piso, de la residencia Carlisle Sebastián Morris; nombre otorgado luego del fallecimiento del mismo, y en conmemoración a su gran labor y sacrificio por los infortunados.

Debo aclarar que yo no tuve el gusto de conocer a este gran hombre, porque a mi llegada- en este pequeño fin de mundo - , el ya había partido al viaje sin regreso.
Baje las escaleras provocando un molesto crujido al pasar.
La señora Morris quedó viuda a la edad de treinta y siete años - dos años antes del fallecimiento de mi madre -; sin hijos y con la facultad divina de dar consuelo y cariño a las personas más necesitadas, se vio envuelta en una difícil situación al quedar sola a cargo de "semejante" edificio, en plena crisis económica.
La mayoría de las personas que habitaban antes de mi llegada, dijeron que yo fui como el primer rayo de sol luego de un interminable diluvio; porque con mis casi cuatro años de edad, no había insecto, gato o persona que se mantuviera inerte bajo mi presencia.
Y fui la calma que alivio el dolor... la pequeña flor que anhelada cariño y protección.
Mi padre trabajaba todos los días, bajo soles y tormentas, y aunque estuviera cansado, exhausto del vivir, siempre una sonrisa especial me guardaba solo para mí.
Porque yo era y siempre seria su amada princesita... su pequeña consentida.
Al principio, recuerdo que no me gustaba el lugar, y siempre le pedía a mi padre nuestro regreso al campo de flores - el jardín de mi antigua casa - del que ya poco recuerdo, solo la fragancia de aquellas margaritas guarda mi memoria.
Y era egoísta, porque lo hacía sufrir, y lloraba constantemente al no entender la partida de mi madre.
Pero el... él fue paciente y me amó; como un padre debe amar a un hijo, como una madre adora a su niña; y confió en mí, como un creyente en el naufragio confía en que su Dios lo salve... como un verdadero amigo, leal y ciego al mundo cuando se trataba de mí.
Y yo... yo no lo merecí.
Pasaron tres años, en donde cada día un nuevo sol acariciaba mis mejillas e iluminaba mi hogar.
Y pensé... que todo era perfecto, y creí en la eternidad de aquellos cielos azules, sin prever nunca la pronta tormenta que se desataría, inundando mis zapatos de la más cruel agonía.
Fue un cuatro del décimo mes del año mil novecientos noventa y nueve, él partió con una sonrisa para nunca regresar, dejando pasar la llovizna tras la puerta abierta.
Era de noche, escuche su voz llamándome, y desperté llorando asustada, si entender
que o porque ocurrían las cosas.
Al día siguiente llego el aviso, él había muerto en un accidente de tráfico. La señora Morris se deshizo, lloro y lloro sin parar; a mí me mantuvieron alejada y turnándose cada tanto para jugar conmigo.
Nadie se animaba a destrozar el corazón y el alma de una niña, sin darse cuenta que ya era tarde.
Cuando la señora Morris se sintió mejor, y segura de no decaer en mi presencia me mando a llamar; me explico lo mismo que papá me había dicho cuando mi madre murió.
La escuche sin protestar, por alguna razón, creía que aquellas palabras le ayudaban más a ella que a mí.
Cuando termino de hablar, me observo, tal vez, esperando ver lágrimas o algún pataleo de mi parte.
Pero no sucedió nada, y eso la asusto más.
Yo tenía la cara sin expresión.
La confusión la invadió.
Le asegure que estaba bien, que lo había entendido todo, que no necesitaba que ella me lo repitiera, porque solo causaría mayor daño en ella y recuerdos en mí.
Un instante de silencio nos rodeo, tal vez, ella estuviera, nuevamente, sacando las cuentas de la edad que tenia, para mantener una actitud tan seria e indiferente.
Me observó durante un largo rato; me pregunto si no quería llorar, le respondí que no, me pregunto el porqué, y con la sinceridad revoloteando en mis labios le respondí.
No quiero llorar, no porque no me duela, sino porque realmente deseo hacerle caso esta vez, no quiero que sufra otra vez...
Recuerdo el mutismo de la señora Morris, y sus ojos canelas en mí.
Ella se derrumbó... yo la deje llorar y no le pregunte nada, no necesitaba su respuesta... porque en mi interior yo también lloraba...
Durante el velorio no se separó en ningún momento de mí.
Hubo mucha gente, más de la que en toda mi vida había visto. Amigos del trabajo, del instituto, vecinos de nuestra antigua localidad, primos y muchos más que ni siquiera recuerdo.
Le di varias vueltas a la flor antes de observarlo.
Él estaba acostado, con los ojos cerrados y una expresión tranquila, como cuando dormía; llevaba puesto su traje favorito y la corbata a rayas que tanto le gustaba... con la que tanto jugaba.
No fue su piel, la frialdad de su cuerpo o el negro baúl que le encerraba lo que hicieron de mis ojos desprender lágrimas...
Fue el hecho de no ver su sonrisa al observarlo... y aceptar el hecho de que nunca más la vería.
No aguante más, y salí corriendo de ese lugar, sin escuchar los gritos emitidos detrás de mí, aun con la flor entre mis manos.
La señora Morris, me encontró encogida junto a un árbol, llorando sin consuelo.
No puedo...
Le dije, y ella entendió incorrectamente el significado de las palabras, porque me respondió:
Por supuesto que sí, solo tienes que darle la flor de despedida a tu padre para que el parta en paz, ¿si quieres podemos hacerlo juntas?... ¿qué te parece?
Yo negué cada palabra que ella había pronunciado:
No me refiero a eso... no pude cumplir mi promesa; no puedo soportar más este dolor...
Y caí... liberando por fin mi alma de las cadenas que yo misma le había impuesto, dejando mi pesar recorrer las profundidades de la tierra seca... deshojando los pocos pétalos secos de los pasados cielos azules de mi niñez.
Ella me envolvió en sus brazos, diciéndome que todo estaría bien, que ella me cuidaría y que todo, pronto, volvería a ser como antes.
Pero ella mentía... porque nada jamás volvería a ser igual.
Me deslice entre la oscuridad y el silencio de los pasillos, hasta llegar a la cocina.
Encendí el interruptor.
Era una habitación amplia, y las paredes estaban pintadas en blanco, repleta de cuadros, dibujos - algunos míos- y pequeñas cosillas de infantes.
-Genial, no hay más yogur, me voy a tener que conformar con la leche fría... Pero ¿qué raro? estaba segura de que aun quedaba, tendré que mirar mejor la próxima vez.-
Un suave silbido inundó el ambiente.
Al principio no era más que el eco lejano de algún silbador errante.
Pero ahora... ahora no era igual.
El sonido aumentaba en cada momento, y a pesar de sonar dulce y calmo; sentía el soplo del mismo en mis oídos, desgarrando todo su interior.
Tambaleé.
Las luces comenzaron a jugar, y el suelo comenzó a temblar bajo mis pies.
¿O era yo?
Una vez más aquella extraña sensación me envolvió, y mi cuerpo tembló; y era algo obvio, la temperatura del ambiente había bajado por lo menos diez grados.
Sentí el leve movimiento de alguien a mis espaldas, y recordé al cazador de mis sueños.
Trague saliva.
Esto se me estaba yendo de las manos.
Tal vez había quedado atrapada en una de mis pesadillas sin poder escapar. No, claro que no, si estaba durmiendo iba a despertar, y si no lo hacía pronto los demás lo harían por mí, la señora Morris, Ilsa, cualquiera de los chicos de la pensión.
Seguramente se preocuparían y no tendrían otra opción, y yo escaparía.
El viento azotó las ventanas, y pude detectar diversas rajaduras en él.
-Y si no llegaban a tiempo-
Alguien intentaba llegar a mí, y podía asegurar que no era humano; o no, al menos, uno normal.
Dude.
¿Una persona puede morir dentro de un sueño? No, era algo imposible.
Los sueños son parte de nosotros, de nuestras mentes, imágenes que se crean a partir de sensaciones percibidas por nuestro cuerpo. Entonces ¿qué significaba esto?
El techo daba señales de caerse a pedazos. Me oculte en un rincón entre la heladera y la pared.
Tal vez iba a morir, no por lo que pueda ocurrir aquí, sino por lo que esté ocurriendo en el mundo exterior.
Tal vez tenga un ataque al corazón, y regrese con mis padres.
No parecía sonar tan mal aquella idea, pero no podía dejar a la señora Morris con sus cuentos, ni a Chanel con su fragilidad, sabiendo de antemano que no soportarían la noticia.
¿Qué debo hacer entonces?

Los vidrios de la ventana estallaron en pedazos - me abrase más a mis rodillas -, todas las pequeñas copas, tazas de porcelana y vasos deslizaron por el aire el rompecabezas desecho de su antiguo cuerpo.
Hundí la cabeza, protegiendo mi rostro, de los diminutos fragmentos de vidrio, con mi extenso cabello negro azabache.
De repente todo quedó en silencio, los focos dejaron de parpadear, y el viento dejo de azotar como un huracán dentro de la cocina.
Respire profundo varias veces antes, de decidirme a mover, un poco, mi cabeza.
Lentamente fui levantando el rostro. Y divise allí, en medio del desastre, una figura fantasmal.
Un espectro sin forma de un intenso marrón rojizo.
No puedo definir exactamente como era, porque solo pude observarlo a través del reflejo que emitía el piso.
Cuando intente levantar el rostro, él se abalanzó sobre mí en forma de espiral, con un inmenso agujero abierto que actuaba como boca, en donde solo distinguí las llamas del infierno.
Grite.
Cuando abrí los ojos nuevamente, me encontraba en la pasividad de la noche, recostada en la frialdad de la pared, entre el refrigerador y la misma; temblando sin control.
Ilsa me encontró en aquel deplorable estado, encogida y murmurando cosas sin sentido; al menos para ella, quien seguramente pensó que me había vuelto loca.
Y si les soy sincera, no estaba muy lejos del borde.
Ilsa me preparó un té, para calmar los nervios en mí, y el misterioso frió que sentía. Me arropo con unas suaves mantas de algodón.
Y me dejo descansar unos minutos, antes de atropellarme con sus preguntas de madre y amiga.
Me tomo la temperatura.
_ No tienes fiebre.
Dejo el termómetro a un lado y me observó.
_ ¿Segura que estás bien?
Asentí.
Mis dedos temblorosos tenían la difícil tarea de ir y venir, trayendo cada nueva cucharada de té, que mediante esfuerzos sobrenaturales lograba digerir sin recurrir ante al lavado.
Ilsa me observaba a través de sus ojos gatunos, desplazando la posición de sus rulos en cada nuevo movimiento.
Su rostro juvenil estaba levemente maquillado, mientras sus pestañas iban y venían intentando hallar una explicación lógica para mi comportamiento.
Al ¿te ha pasado algo que desees contarme?
- Ahí estaba mi oportunidad pero la rechacé –
Negué.
¿Estás segura? Sabes que puedes confiar en mí ¿verdad?
Confió en tile aseguré.
Tome otro sorbo de té
- Pero no en mí –
No me ocurre nada.
Me miro desconfiada.
¿Estás segura?
Muy segura.
  ¿Segurísima, segurísima?- insistió.
Me reí.
Muy pero muy "segurísima".dije imitando su voz.
Ella sonrió.
Vale, si tú lo dices te creo.
Sonreí encantada - si no me dejaba pronto iba a terminar derribando la muralla que me encubría, y descubriría la locura en mí, y eso; eso no era bueno.
Ahora es mejor que vuelvas a dormir, te quedan. Desvió su vista hacia el reloj de pared, ubicado en un pequeño rincón de la cocina.
Tres horas, treinta minutos y dieciséis segundos.
Torcí el gesto.
Desde cuando tienes vista de halcón.
Desde hoyanuncio ella, levantándose y arrastrándome junto a ella.
Ahora ve a dormir, porque mañana ni siquiera tu sombra querrá caminar.- bromeó.
Preferí no rehusarme, y seguirla sin protestar.
No deseaba que ella se enterara de mi secreto... el temor que invadía mi ser al sentir ruidos lejanos, al silencio, a la oscuridad... pero sobre todo al soñar
¿Qué pasaba conmigo? No tenía idea.
¿Cómo o por qué justo ahora sucedía esto? Tampoco lo sabía.
Mi corazón latía rítmicamente en mi interior, impulsando la sangre a través de mis venas de la misma forma que sucedía en las demás personas.
Entonces ¿qué había de diferente en mí para ser torturada con semejante castigo?
Mi mente había colapsado.
Las únicas respuestas que poseía eran inciertas, limitadas y fuera de foco.
La garganta la tenia atada, evitando el desbocado torrente de palabras sin sentido que deseaba gritar.
Amortiguando cada miedo e inseguridad, cubriendo mi cuerpo bajo la capa misma de la mentira.
Y dolía, dolía por dentro el tener que fingir una sonrisa y decir "estoy bien" cada vez que preguntasen ¿cómo estás?; cada vez que una mirada preocupada se asomara por el marco de una puerta o un saludo se perdiera en el silencio de una angustiosa mirada.
Deje caer mi cabeza en el pupitre, mientras intentaba prestar algo de atención a las argumentaciones que daba el profesor, sobre la enredada contienda de la segunda Guerra Mundial.
Pero estaba cansada, y los pocos ánimos que aun guardaba, se hallaban descansando en la punta de un abismo.
Mis pensamientos vagaban en las obscuras aguas de mi vida, en las entrañas de un incierto futuro.
Nunca me había detenido a pensar mi muerte,- ¡ni siquiera el tiempo de vida que tendría! -. Pero ahora que la duda acorralaba cada nuevo segundo, cada nuevo minuto, cada hora... una sensación nueva experimentaba mi cuerpo.
Miedo.
Miedo a no saber distinguir la muerte; a las apuestas en contra de mi mente, a la realidad disfrazada de cuento, o al cuento que mis manos palpaban real.
Y a pesar de todo, solo tenía una certeza en mi interior.
Todo había comenzado el día en que lo conocí.
Sostuve mi pequeño almanaque de bolsillo en alto.
Miércoles 1 - rodeé la fecha en rojo.
Chanel me espió curiosa.
Fingí no haber notado su interés. No tenía sentido alguno decirle, si ni siquiera palabras coherentes podría hallar para explicárselo.
Wells levante el rostro.
El profesor camino a paso lento acercándose al sitio en donde me encontraba.
Sus ojos neutros aguardaron mi respuesta a una pregunta que jamás escuche.
Chanel me observo nerviosa

Puede repetir la pregunta, por favor. solicite.
El arqueo las cejas, y la campana sonó antes de que sus labios pudieran emitir algún sonido.
Junte mis cosas precipitadamente y me abalance hacia la puerta.
No quería otra tarde en la vieja habitación del pasillo izquierdo, junto a un tipo de aspecto exhausto con más problemas que yo misma. Además una tarde con el psicólogo estudiantil solo atrasaría mi castigo. Y aquella era una de las cosas que menos deseaba.
La escuela se hallaba dada vuelta, y por todos lados rostros alegres chocaban contra mí. El Baile de Otoño se acercaba a pasos agigantados hacia nosotros.
Nuestro instituto conserva la antigua tradición de festejar todos los años la llegada de mencionada estación. Suena tonto, si lo sé.
Según tengo entendido, y sí aún no he perdido totalmente la cabeza, fue alrededor de los 50' cuando se comenzó a implementar dicha celebración, solicitada y llevada a cabo por un tal Manuel Guerrillo, director en ese entonces del instituto Saint Javier.
No había lugar libre, toda pared, muro o pizarrón llevaba la noticia con un lazo rojo alrededor.
El rumor se esparcía de boca en boca, produciendo en cada nuevo estudiante el entusiasmo y tensión que tal hecho significaba.
Por supuesto había a quienes no les interesaba - yo soy un ejemplo- y su día seguía transcurriendo de la forma típica de un viernes cualquiera.
Es hermoso ¿no lo crees Al?pregunto Chanel.
Levante la vista de mi casillero.
¿Qué cosa?
¡Al! Me reclamo ¿en qué luna andas? No me has escuchado en todo lo que va del día.
Lo siento. dije apenada
Introduje los libros en mi casillero, y saque los de la siguiente área.
Ella resopló.
Me refiero a eso se dio media vuelta y lo apunto.
Un inmenso cartel, pintado delicadamente sobre tela vegetal, abarcaba casi la totalidad del pasillo central. Contrastando los colores, entre un dorado intenso para el fondo, y un amarillo crema, para las letras y la atracción principal del cartel - que consistía en la silueta de un hombre y una mujer bailando -; más abajo se mostraba en números movibles los días restantes para el gran evento.
Me pareció escuchar un suspiro de parte de Chal, y no, no era mi imaginación esta vez, ella había suspirado. Su miraba se hallaba perdida en la calidez del intenso dorado de dicho cartel, encontrando en ellos algo anhelado.
La observe un par de minutos, y no me fue difícil entender lo que quería.
Esta vez fui yo la que hizo un largo suspiro.
Me dirigí a ella.
¿Si quieres podemos ir?
Ella torció el gesto.
No, es muy tontoella mentía.
No creo que sea tonto.
Ella me dirigió una de esas miradas de "ahora no me vengas a decir tal cosa".
Bueno tal vez sí, un poquito. Pero Chal esa es mi opinión, no la tuya.
Balancee el peso de mis libros a uno de mis brazos, mientras el otro descansaba sobre mi cintura.
Tú quieres ir afirme.
Ella levantó el dedo para discrepar.
No, no quiero una confrontación estúpida.
Cerré mi casillero.
Haz lo que quieras, pero avísame con tiempo, si escoges lo primero.
Y luego en tono de broma agregue.
No deseo ser la peor vestida de todo el colegio, aun mi orgullo no he perdido.
Chanel sonrió.
Gracias.
Nuestras amigas las "puros huesos", no pararon de chillar y zapatear durante el único tiempo libre que se nos concedían fuera de la jaula, llamada institución.
Sus conversaciones rondaron todas en un mismo sentido llevando como centro la palabra "baile"
Se las veía afligidas y nerviosas. ¡O dios!, y eso que faltaban más de veinte días, no quisiera ni imaginármelas dentro de quince días, van a estar hechas unos toros con cuernos y todo.
Al menos, puedo confesar que me alegraron el día, con sus "tontuladas".
Al, lamento mucho que ayer no hayas podido ver a Eduard la voz de Chanel, me regreso a tierra.
No importaconteste cuando me recompuse de la bajada. Si ella me llegaba a cachar de nuevo en mi universo alterno me mataría.
Lo puedo ver hoy ¿verdad?
Ella asintió.
Hoy no tiene control, por lo que supongo que no estará tan cansado.
Entonces no hay problema, hoy a la tarde me reporto en su cuartel general Chal.
Nos reímos.
Oh sí, y tomaré nuevamente su orden del pasado jueves como una advertencia para hoy.
Levante mi brazo y gesticule un saludo militar, ella me siguió.
En las afuera del colegio, más exactamente sobre las veredas de este, una gran masa de estudiantes se hallaba amontonado.
Observe a Chanel, y ella me devolvió la misma mirada.
Fui la primera en hablar.
¿Qué habrá pasado?
No tengo la menor idea.
Entre gestos, y empujones avanzamos, librándonos de uno que otro mastodonte.
A medida que nos acercábamos, los murmullos iban creciendo hasta llegar a ser gritos para nuestros oídos.
Allí entre el gentío de princesas y supuestos caballeros, un joven de silueta familiar sonreía falsamente.
Michael susurro Chal a mi costado.
Sí, Michael se hallaba parado, con una sonrisa y un "escapar" tallado en sus ojos.
La solución llegó a él cuando nos vio entre la muchedumbre. Y con un alegre saludo vino hacia nosotros, antes despidiéndose de todos con un corto "adiós, y nos veremos si Dios así lo desea."
Michael, mantenía una posición opuesta a la de Chal y yo, es decir, el si era aceptado entre los coronados.
Su buen físico, el trato de buen mozo que ejercía frente a todos, y su encantadora sonrisa, lo hacían ser más popular que el mismo John, quien había envidiado e incluso odiado a su perfecto rival.
Bueno, no perfecto, pero al menos mejor que cualquiera de ellos.

Puedo asegurarles que no había joven tan solicitado en el instituto como él.
Como lo sé, porque yo he estado con él en casi todas las ocasiones, y créanme eran infinitas las cartas, mensajes, o gestos que recibía en el día, tanto que más de una vez me escabullí de él. No quería molestarlo, ni ser considerada una carga por ser su amiga. Él tenía su vida, y yo estaría feliz, mientras él lo estuviera. Pero, a pesar de todo, nunca acepto ninguna proposición, y al final siempre me hallaba, exigiéndome una explicación de mi escape repentino.
No puedo decir mucho, y sé que soy egoísta pero en realidad "me alegro de que nunca se halla interesado en nadie" porque mi salvavidas pendía de una cuerda y el mínimo movimiento de la marea lo derribaría.
Nuestro pequeño círculo, siempre estuvo conformado por tres sombras; y no quería su cambio.
Luego de su mudanza a Irlanda, decir que la celebración corrió hasta la orilla opuesta del continente, no es mentir - por parte de los "hombres"- porque si las lágrimas fueran gotas de lluvia sobre tierra, el mundo en estos momentos aun estaría inundado - y me refiero por supuesto, a pesar de las "chicas"-.
Así que, si vamos a lo de hoy, no fue ni la migaja de lo que realmente habría sido si se hubiera avisado su aparición.
De la que aun no sabía el porqué.
Le lance una mirada acusadora, el inmediatamente la sintió y me dirigió una sonrisa.
Se estaba disculpando.
¿Sabes lo que has causado?
Pero yo no lo sabíase disculpó.
Bufe.
Sí como no, ahora de ser las ratas de laboratorio hemos pasado a ser las siguientes al sacrificiohice recorrer mi dedo como si fuera un cuchillo sobre la piel de mi cuello, anunciando "mi muerte".
Él lanzo una carcajada, y Chanel se limitó a sonreír con el alma expuesta.
  ¿Y que querías que hiciera, Al? Estaba cansado de estar entre las cuatro paredes de un cuarto de hotel, como el náufrago que espera a sus "salvadores de poca memoria".
Sí, tienes razón replique pero de todos los lugares interesantes de la ciudad, debías elegir el instituto
Él se encogió de hombros.
Creí que era caso olvidado. Ya sabes cómo son esas personas hoy eres su rey, mañana serás su vasallo.
En eso te doy la razón.
Oye Michael, hablando de hoteles ¿en cuál estas?pregunto Chanel.
Michael se rascó la barbilla - típico gesto que ejecuta cuando se supone que está pensando-.
Mmm... No recuerdo el nombre, pero es uno de esos nuevos.
Mi corazón se detuvo. ¿A caso él estaría en el...?
— ¡Amerian! exclamo Chanel.
Escuche la afirmación de Michael, el eco de una risa, y voces, pero no las comprendía, para mí eran murmullos sin sentidos, demasiados lejanos para poder distinguirlos bien.
Deje de respirar, y me perdí en las pisadas de una caminata, de una voz...
"Amerian" aquella palabra resonó en mis adentros.
¿A caso eran coincidencias? ¿O realmente algo pasaba? No, no era el momento de ponerme a sacar conclusiones.
¿Qué de malo tenía el hecho de que mi mejor amigo se hallara viviendo bajo el mismo techo de aquel joven? Él no era un delincuente ni tenía actitudes rudas, en realidad era a la inversa, parecía sincero y confiable, o eso me pareció aunque...
¡Al!Michael me sacudió.
Lo observe.
¿Qué sucede?
El frunció el ceño, y se alejó unos pasos de mí. No entendí su acción hasta que Chanel habló.
No te preocupes balanceo la cabeza en gesto negativo ella ha estado así los últimos tres días. Anda caminando sobre las lunas de Marte.
Sentí como mis mejillas ardían. Había vuelto a soñar despierta.
Agache el rostro.
Lo siento. Y de verdad lo sentía, pero no podía controlar mis acciones.
Michael me observo en silencio, mientras yo intentaba por todos los medios no despertar dudas en él.
Digamos que mi mejor amigo siempre había tenido un sexto sentido - demasiado desarrollado para mi suerte- y si en algún momento sospechaba algo, no quisiera ni imaginar cómo se lo tomaría. Michael era mucho más creyente que yo en ciertas cosas, y en mi criterio era mejor no correr el riesgo.
Nos veremos después, Al dijo Chanel.
Estábamos en la entrada del laboratorio, y ellos se estaban despidiendo de mí.
Michael nos había invitado a cenar, pero ante la negativa de ambas, no tuvo más remedio que conformarse con nuestras sinceras disculpas, y pasar una tarde en casa de los Borthon.
Recuerda que te esteramos esperando.
Sonreí.
Cuídense
Vos tambiénrespondió Chanel
No nos falles concluyo Michael.
No lo haré.
Chanel comenzó a empujar a Michael.
Bueno, Alfred es hora de irnos. Me dedico una última mirada Adiós Al.
Adiós
Los observe alejarse, y antes de girar completamente hacia atrás, escuche hablar a Michael.
No me llames así Chal se quejó.
Porque no, a mí me gusta tu segundo nombre respondió Chanel, él resopló. Y luego solo quedo el silencio, y el eco de sus voces en el aire.
Suspire.
Observe el aula vacía. Me esperaba una larga tarde.
Mientras el líquido violeta se esparcía por todo el lugar, llenando el salón de una suave fragancia, no podía dejar de pesar en él. En la tonta y hasta ridícula idea de encontrarlo, solo así, tal vez mi corazón se sentiría en paz.
Enjuague varias veces el trapo de piso, lo torcí; el agua jabonosa fue tomando un color, cada vez, más oscuro.
Eran las siete de una tarde "normal" hasta ahora. Me hallaba en el tercer salón del segundo piso, terminando mis últimas labores de limpieza. Pase una última vez el lampazo, y me decidí a tomar un descanso; después de todo no podría salir de allí hasta las ocho, y aun faltaban quince minutos para ello.
Me recosté sobre un pupitre, dejando, primero, todos los productos de limpieza y demás, acomodados en un rincón.
Mi cuerpo se hallaba exhausto y lo peor era que no podría dormir hasta acabar mis deberes de química e historia.
Una parte de mí agradecía este castigo, después de todo gracias a ello me había librado de la invitación a cenar por parte de Michael.
Era mejor evitar todo cruce con "esa" persona, al menos hasta que estuviera lista, y tuviera mis ideas en línea.
Desde pequeña nunca me había tomado en serio aquellas historias de fantasmas, demonios, o brujas. ¿Por qué ahora lo haría? Creo que es mejor creer que he perdido la cabeza, antes de aceptarlo ¿no?
En mis oídos, la música sonaba suave y melódica, alejándome del tiempo y el espacio, de los lugares y las sensaciones, dejándome vagar más cómodamente en los confines de la locura, mejor dicho, de mi locura.
El celular vibró dentro de mi mochila, anunciando mi liberación. Antes de retirarme, le pedí de favor a un portero de turno, que se encargara de guardar las cosas, disculpándome por no poder hacerlo yo, informándole que estaba realmente apurada a causa de un problema familiar. Por supuesto era mentira, y por supuesto me creyó.
Mentir es pecado, lo sé bien, pero no iba a pegarme otro susto de muerte. No por hoy al menos.
Tire mi cabeza hacia atrás.
Los nubarrones de tormenta se iban alejando poco a poco, dejando deambular al solitario astro níveo en el oscuro firmamento. Mañana, por lo visto, sería un buen día.
Las calles aun se hallaban húmedas y con algunos charcos alrededor.
No faltaba mucho para llegar a casa de Chanel, unas siete cuadras tal vez.
Baje mi rostro, a lo lejos en las penumbras, se divisaba una silueta. Por la complexión y altura de dicho cuerpo podría eludir que se trataba de un hombre joven.
Di unos cuantos pasos hacia adelante. Él no se movió y eso me preocupo un poco. A pesar de no distinguir nada "anormal" en él, no dejaba de sentirme inquieta a medida que avanzaba.
Intente distinguir algo más, tal vez el color de su cabello o su ropa. Pero nada, no podía ver nada más allá de lo que él era para mí, una sombra. Seguí caminando, lo roce, y en su toque sentí la calidez de alguien familiar, opacada por el soplo frío de sus labios.
Ten cuidadohabían sido sus palabras.
Me di vuelta para encararlo, pero él no se encontraba allí, había desaparecido.
La dirección del viento guió mi vista hacia arriba.
Sentado sobre el irregular poste del semáforo, unos ojos claros me observaron. Unos profundos ojos que producían escalofríos en mi piel por su cercanía.
Me dedico una última mirada y se desvaneció conformando la obscuridad de las sombras a las cuales pertenecía.

1 comentario:

Jònia Ionia Anatòlia dijo...

A esta chica ya pronte se le ira la olla jajaja PObre, le pasa cada cosa tan rara :S Y ella piensa k se está volviendo loca -.- uufffss Pues la historia es muy rara pero me gusta jejjee
Seguiré leyendo otro día, pork tus entradas son super largas! Muchos besotes y cuidate!!! Me alegro k te gustara el capi nuevo :D

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