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miércoles, 1 de junio de 2011

Pisadas de un errante caminar: capitulo 1

Pisadas de un errante caminar
Capitulo 1/parte 1



Bajo la luna llena


E
l agua caí constantemente sobre mi cuerpo mojando mis ropas y zapatos. La fina capucha que me cubría no bastaba para semejante torrencial. Atravesé la avenida con el agua rozándome los tobillos. Estaba bañada con una mezcla de aguas sucias y limpias. Los vehículos rara vez interrumpían el completo silencio de la ciudad a media noche; la nubosidad impedía ver la claridad del cielo y la penumbra se daba el gusto de arroparnos mejor entre sus brazos, cada tres cuadras una farola funcionaba, empeorando la situación en la que me encontraba.
Me descolgué la mochila y la coloque adentro de la campera. Tiritaba de frió.
A lo lejos se divisaba un ángel, el centro de atracción de la plaza principal. Esculpido en mármol, bello y delicado, es una de mis estatuas favoritas, junto con "La loba de Rómulo y Remo".
Mi ciudad natal es considerada un verdadero museo de arte por la gran cantidad de obras culturales, monumentos y murales que se pueden observar en sus calles. Posee una población de aproximadamente dos mil habitantes. Es un centro agrícola-ganadero, forestal, fabril y comercial. Goza de dos parques de gran extensión.
Mi favorito es el parque "2 de febrero", el cual es atravesado por el río Negro, y se encuentra conformado por un frondoso arbolado, una gran cantidad de instalaciones para la práctica de deportes y, en la parte ubicada mas al fondo, dispone de un amplio escenario. Y si continuamos por ese trayecto encontraremos una subida por la cual se puede caminar tranquilamente y llegar a la vista más alta del parque. Yo tuve la oportunidad de estar allí y es grandioso. La vista es impactante, es un excelente sitio para un alma perdida, por alguna razón la paz y la armonía en aquel lugar te permite pensar con mayor claridad. Es una purificación, a mi entender, una purificación de tu cuerpo y alma.
También dispone de ocho museos, una ex-estación de ferrocarril, una Iglesia Catedral reconstruida en 1978 y por último y a la que tengo ante mis ojos una plaza, la mayor de todas: la Plaza Mayor o principal.
Conformada por una arbolada diversa que le da un encanto particular. En ella se levantan diferentes obras culturales en conmemoración de próceres y héroes de nuestra patria. Cruce la calle y llegue a ella.
Las gotas de lluvia se mostraban inagotables, el llanto del cielo parecía no tener fin. A lo lejos varias ondas de luz anunciaban la ira de la bóveda celeste, pronto comenzarían los rugidos. El agua embaucada en mis zapatos, la iluminación y si agregamos la falta de sueño, impedía mi desplazamiento a una velocidad normal.
Como deseaba ahora mismo estar en mi casa, recostada, arropada con mis mantas, tomando una taza de café. Si no me hubiera dormido, no habría llegado tarde y por consecuente habría escuchado la clase del profesor, ahorrándome esfuerzo y sacrificio de tiempo, intentando entender algo que hasta ahora me resultaba incompresible. Esto me serviría de lección para la próxima.
-Y bueno, veamos mañana tengo...-
Abrí una franja del cierre de la mochila y espié a través de mi cuaderno de horarios.
—Veamos—musite en el silencio.
La visión se me nublo de golpe. Intente distinguir algo de la palabra escrito en tinta azul.
—Bio...biolo...
Un ruido seco me despertó del trance.
Levante el rostro, alerta, observando a mí alrededor. La calle desierta no anunciaba culpabilidad, el sonido provenía de un lugar cercano, muy cercano a mí, y creo que mis sospechas eran correctas.
Me coloque la mochila una vez más al hombro y avance.
Camine cautelosa, adentrándome en la plaza, abandonando las orillas seguras que daban a la calle.
En cada nueva pisada mi corazón aceleraba el ritmo. Las hojas de otoño esparcidas por todo el suelo amortiguaban un poco el sonido de mis movimientos.
Avance discretamente, escondiéndome en las sombras, siguiendo el sonido de los golpes. Parecía como si estuvieran rompiendo algo.
Transite unos cuantos pasos más hasta tropezar con algo frió y duro. Baje mi vista y tuve que cubrir mi boca para evitar un grito. La cabeza del ángel que tanto amaba, estaba destrozada, cubierta de marcas
Me arrastre hasta quedar detrás de un gran roble bien encubierta. Y desde allí lo observe.
Un joven estaba sentado a orillas de la estatua. Su rostro bajo acentuaba la tristeza que parecía embargarlo. No pensé mucho antes de dar dos pasos al frente y anunciar mi presencia. Él no se inmutó, su postura seguía siendo distante, como aquel que está en cuerpo pero no en alma. De su cabellera descendían gotas de lluvia, que luego rodeaban sus mejillas y llegaban hasta su torso desnudo y encontraban fin en sus jeans negros.
Su cuerpo se hallaba cubierto por un conjunto de singulares marcas. Palabras en un antiguo lenguaje, podría ser hebreo. No estaba completamente segura.
Di otro paso y su voz quebró el silencio.
—No te acerques—sonaba como el acero, afinada como una cuchilla y al mismo tiempo despedía cierta calidez.
O tal vez eso, pensé yo.
Levanto el rostro, y en sus ojos vi el asombro grabado. Frunció el ceño.
Se enderezó, y por seguido distinguí, bajo la claridad de sus cabellos unos obscuros ojos azules, de una profundidad inigualable.
El silencio de las sombras y el constante silbido del viento, no disminuían mis nervios, por el contrario, le daban más motivos para seguir creciendo.
—No te preocupes, no diré nada de lo que acabas de hacer—observe la estatua a sus espaldas, ahora sin cabeza e intente distinguir a su alrededor la herramienta o cosa usada para tal acción.
—No la encontraras—su voz cesó mi búsqueda —además no me importa en absoluto lo que hagas. —no encontré remordimiento en sus palabras y eso imprimió un gran dolor en mí—No servirá de nada.
Guió su cuerpo hacia atrás y lo recostó en la frialdad del mármol, dejando su mirada vagar en mí.
—Oye—comencé, tratando de no dar crédito a sus últimas palabras. Porque yo de verdad creía y deseaba que hubiera algún método o solución para arreglarla.
Despeje mis ideas y me concentre en lo que iba a decirle.
—No deberías estar aquí—proseguí—hace demasiado frió y está lloviendo, vas a terminar muy mal después de esto.
Lanzó una carcajada y yo no le encontré gracia a lo que había dicho, ni a su actitud
Clavo sus ojos en mí.
—Creo que no deberías haber dicho eso.-una dulce sonrisa atravesó su rostro.
— ¿Por qué?-interrogue.
—Porque en primer lugar si lo que dices es cierto, y yo no debería estar aquí, razón que entiendo perfectamente, por ser el lugar, el horario, y el clima inadecuado, entonces—levanto su vista hasta encontrarse con mis ojos. — ¿Qué haces tú aquí? —me señalo y me quede sin aire—Porque no creo que sea un mejor lugar para una señorita ¿o sí?
Indague sus facciones, mientras pensaba mi siguiente respuesta. Su rostro era terso y blanco como la cal, cambiando su tonalidad solamente en sus labios y la sombra que arraigaba su nariz. Pero eran sus ojos, aquellos ojos azules los culpables de aquella magia que lo rodeaba; aquel misterio o puerta sin llave que lo encubría.
Finalmente, hable.
—Fue el sonido.
— ¿Sonido?
Asentí.
—El ruido que hacías al destruir la estatua. — Tuve que hacer un gran esfuerzo para ocultar mi tristeza y enfado por tal suceso.
—Aja—sonrió—no sabes mentir. Yo que tú inventaría una razón más creíble.
Fruncí el ceño
—Inténtalo de nuevo.
Respire varias veces antes de hablar. No me agradaba nada el tono burlón que establecía conmigo.
—Estaba caminando y...
—Una vez más.-me interrumpió antes de que pudiera continuar.
Su mirada se hallaba perdida en la inmensidad del cielo nocturno, el cual poco a poco se iba despejando, mientras la lluvia amainaba. Se alejaba de nosotros.
Recorrí la oscuridad que nos rodeaba. Estaba cansada, con sueño y no tenía intención alguna de comenzar una disputa.
—Está bien, me había quedado a estudiar en la biblioteca ¿satisfecho?
—No—su semblante no demostraba cambio, pero su voz sí.
—Es cierto me he quedado a estudiar—proteste—porque no pude asistir a clases.
—O mejor dicho, porque te has dormido._
Desvié mi rostro, estaba más que furiosa. Lanzo una carcajada.
—Sabes una cosa te ves más hermosa cuando te enfadas.
Entorne los ojos.
— ¿Y quieres que te diga algo? Tú eres un lunático.
Se encogió de hombros.
—Nunca he dicho lo contrario. —Y otra vez aquella sonrisa recorrió su faz, despertando un brillo singular en sus ojos—Aunque me he equivocado.
—No comprendo absolutamente nada de lo que dices. Estás completamente chiflado.
—No necesitas hacerlo y por lo segundo, tienes razón, pero no crees que eso explique el hecho de que este hablando contigo.
Le fulmine con la mirada. -Así que, según él, yo no era digna de su palabra, pues él tampoco de la mía-.
Gire decidida a nunca más volver a hablarle, aunque mi determinación se esfumó al escucharle hablar.
—Espera—su voz sonó seca, lejana.
— ¡¿Y porque...?! —grite furiosa, pero mi voz se fue apagando a medida que observaba su rostro.
Ahora estaba de pie, y en tres grandes zancadas estuvo a mi lado.
— ¿Pero qué...?—Me silencio.
—No hables están cerca.
¿Cerca? ¿Cerca? ¿Quiénes? No daba crédito a sus palabras y me aleje dos pasos de él.
Él me observo desde su distancia.
 — ¿Quiénes? —no respondió. Su actitud era insoportable, me trataba como al mismo aire— ¡Estás sordo te estoy preguntando algo!
—No seas tan ruidosa te he oído —se quejó, mientras tapaba sus orejas
—Entonces no me dejes hablando sola-cuestione
—No tengo porque responderte—se defendió.
-¿Este chico hablaba en serio?-
 Cruce los brazos y di dos pasos más hacia atrás. Funciono, capte su atención.
—Respóndeme—exigí.
—No hay necesidad la respuesta esta a tus espaldas.
— ¿Qué? —Pero antes de que pudiera pensar o imaginar a lo que se refería, escuche un rugido parecido al de un animal, pero esa cosa a mis espaldas estaba muy lejos de serlo.
Me di vuelta, con la garganta seca y mi cuerpo temblando. No pude dar muchos pasos antes de tropezar y caer en el frío césped. Mi corazón latía rápidamente, mis sentidos comenzaban a fallar, y el respirar parecía una condena.
Se abalanzó la bestia negra, la imagen del asesino. Y podría, incluso, sentir sus garras en mi piel, destrozando mis órganos. Mi vista falló y lo siguiente que escuche fue otro rugido y luz. Perdí la conciencia.
Desperté gritando miles de incoherencias, divisando su imagen en la oscuridad, sintiendo su aliento, su calor sofocador, que me enjaulaba, me rodeaba y encadenaba, dejando mi libertad escapar lejos a una alterna realidad. Y divise mi final y juro que vi la luz, pero algo me detuvo.
Dentro de mí resonaba un nombre. Primeramente era un susurro, apenas audible, pero poco a poco fue aumentando su tonalidad, hasta convertirse en casi un grito.
Y distinguí y lo percibí con todas sus letras. Era el mío, alguien me llamaba.
Sentí mi cuerpo ser sacudido varias veces por una fuerza externa. Reaccione.
Los suaves rayos lunares atravesaban la oscuridad, iluminando el pequeño sitio en donde me encontraba. Lentamente fui despertando, tomando conciencia del lugar y los hechos. Percibí la humedad del roble bajo mis manos, la frialdad de mi cuerpo y el calor que se expandía, despacio, sobre él. Un calor único, que me reconfortaba, calmando cada célula alterada de mi ser. Era él, no la bestia. Suspire feliz.
Sus manos acariciaban mis cabellos, mientras sus labios susurraban palabras de ánimo y bienestar en mi oído.
Me moví despacio, acomodándome entre sus brazos.
— ¿Estas mejor? —pregunto. Parecía preocupado.
Sonríe.
—Sí, gracias.
—Pensé que te habías ido. —No respondí, y el al notar mi confusión, prosiguió—estabas tan fría... y helada—aumento la presión de sus brazos sobre mí—Parecías muerta
Sus últimas palabras llegaron hasta lo más hondo de mí. Estaban colmadas de culpabilidad y tristeza y no comprendía la razón, hasta que mi mente se despejó y recordé. Yo la había sentido, la había aceptado, e incluso había dado algunos pasos hacia el famoso túnel de luz. Pero me detuve porque sentí la voz de alguien llamarme. Su voz.
Pase mi mano por detrás de sus cabellos y los acaricie. Eran sedosos y finos, tal cual, como me los había imaginado.
—Ja Ja—le dije en voz baja. Mi voz aún no se encontraba lista para actuar. Pero haría un esfuerzo. Me aclare la garganta. —No vas a desacerté de mí tan fácilmente—comente.
Él asintió.
—Eso esperó—me sorprendí al escuchar aquella respuesta. Él lo noto, así que rápidamente agrego.
—Planeo divertirme contigo un poco más.
—Eso si yo no te convierto antes en mi fiel esclavo.
Nuestras risas se juntaron durante un eterno minuto.
El silencio volvió a rodearnos y no me molesto, por primera vez en años. Se sentía agradable, tan simple y complejo, como una melodía que embaucaba mis oídos y relajaba el alma.
Pero según dicen toda magia llega a su fin ¿no?
Mi cuerpo se contrajo y estornude varias veces, a causa del frío y las ropas mojadas.
Se separó de mí al momento que comencé a toser, luego me tomo la temperatura. Tuve que recurrir a todas mis fuerzas —que eran pocas— para apaciguar el latido frenético de mi corazón. Aunque creo que fue inútil.
—Tienes un poco de fiebre—dijo, luego de haber bajado su mano de mi frente —es mejor que regreses a casa.
Se levantó y me ofreció su mano para que hiciese lo mismo.
Mordí mi labio inferior. Él percibió mis dudas y apunto por actuar como el joven adulto dejándome a mí como la niña consentida, que nunca obedecía.
—Si no lo haces vas a terminar en cama una semana, con pastillas jarabes e inyecciones de por medio ¿acaso quieres eso?
Menee la cabeza.
—Entonces levántate.
Tome su mano de mala gana, una vez de pie, torcí mis cabellos dejando escurrir toda el agua demás, acomode mi indumentaria. Me sentía liviana y no tenía nada que ver con el de estar consciente a medias.
Me faltaba algo. Pero ¿qué? Entonces vino a mi mente el recuerdo fugaz de una libreta y un ejercicio de química a medio terminar.
-La mochila-
Lo observe.
—Esta allá—señalo una banca cercana a la nuestra. Camine hacia ella.
—Te la quite porque parecía molestarte—se excusó.
—No importa—me la colgué al hombro.
Examine nuestro alrededor.
—Estamos en la parte sur de la plaza—me dijo, contestando a una pregunta que jamás formule.
—Ya veo.
—Esto nos deja más cerca de tu hogar ¿verdad?
Afirme.
—Entonces es mejor que nos vayamos, deben estar cerca de ser las dos de la mañana.
Quede pasmada por unos minutos. ¿Las dos de la mañana?
Era mejor apresurarme, la señora Morris se levantaría en cualquier momento.
— ¿Te van a castigar?
—Algo así—respondí recordando a mi madre enojada
Me acerque a él.
— ¿Vas a acompañarme?
—No iré a espiar la diferencia entre las estrellas de acá y allá.
Me reí.
—No creo que halles demasiadas.
—Prefiero comprobarlo.
Se colocó a mi lado y me ofreció su brazo.
—Me permite acompañarla maumaselle.
Sonreí.
— ¿Esta es ti tener dos personalidades?—sus ojos curiosos se detuvieron en los míos, mientras una sonrisa juguetona alumbraba sus facciones.
—No ¿por qué? —Frunció el ceño, sin borrar su sonrisa—Te he dado esa impresión.
Estuve a punto de hablar, pero me mordí la lengua. No quería arruinar el momento, único y mágico que estaba pasando, así que me decidí a cambiar de tema, mientras caminábamos rumbo a mi casa.

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¡Hola! ¿como están?
Bueno este es el comienzo de mi historia, ojala les guste, y espero sus comentarios, y criticas. Voy a subirla en partes para que sea más facil leerla.
Adiós, y se cuidan muchisimos.

1 comentario:

Jònia Ionia Anatòlia dijo...

Tube que volver a empezar a leerla pork empecé a leer por la parte 3 ajajaj como vi Capítulo 1/parte tres pensé que el capítulo era de 3 partes y empezaba ahí jajaja
Pues decirte que me está gustando y el chico es gracioso jeje
Besotees!! Voy a continuar leyendo :D

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