El Reencuentro

 “Este mundo en el que solo logra respirarse dolor,

en el que el miedo te aspira cual si fueras un papel

En este sitio aun existen los sueños.

Gracias al caos, hoy se ha encendido una luz de esperanza.

Y ahora me pregunto ¿por qué esperamos tanto para despertar?”

Mis pies tocaron tierra con suavidad, y por consiguiente percibí la ráfaga a mis espaldas, y aquello desapareció. La sombra que poco antes me había ocultado de la vista de aquellos seres dejo de existir, y quede desprovista, a la intemperie, pendiente de mi suerte.

Escuche un crujido, e inmediatamente, gire. Mi corazón latía desbocadamente, y he de aceptar, que estaba muerta de miedo. De entre las sombras, divise el movimiento de una silueta, y segundos después escuche su voz.

— Muriel — murmuró.

Me sobresalte. La calidez de su aliento le envió diversas descargas a mi piel.

Di vuelta, y él estaba ahí, a centímetros de mí, con su toque de elegancia extraterrenal, y aquella mirada que podría hechizar a cualquiera.

—Alex— susurre, y aquel nombre, que en tantas ocasiones había intentado olvidar, quemo mi garganta.

Elevó una de sus manos, y con los nudillos de esta delimito el perfil de mi rostro. Se detuvo.

—Estas consciente de mi posición con respecto a esto ¿verdad? —inquirió.

Asentí.

—Sí, pero es la única forma de acabar con este juego macabro.

Él suspiro, y dejo caer su brazo.

—No, esta no es la única alternativa.

Le mire desafiante.

— ¿Acaso... —inicie— vas a decirme que “ellos” se detendrán al ver a una mujer herida, o a un niño llorando por la pérdida de sus familiares?

Alex, no hablo, solo me observo, con aquel aire ausente que a veces llegaba a fastidiarme más de lo normal -como en estos momentos-.

—No—dije, en respuesta a aquella pregunta—, no lo harán.

Él ladeo el rostro.

—Sabes... —comenzó, y sus ojos se opacaron— a veces creo que en ti llevas, una imagen equivocada de lo que somos realmente.

Negué.

—No— musite. —Esta es la correcta. — Y aquello que dije hirió  su ego interno.

—No somos las bestias que estas describiendo — replico, con voz contenida, y en ella era posible palpar furia, y desilusión.

—Si eso que afirmas es verdadero. ¿Por qué, se han quedado de brazos cruzados, como estatuas sin utilidad, contemplando nuestra destrucción? ¿Por qué no han hecho nada...?

—Muriel— su voz silencio la mía, y apaciguo la ira –poco antes desatada-, dejando al desnudo mis sentimientos, e inseguridades.

Retrocedí.

 Daba miedo, generaba terror descubrir lo infanta que aun podía ser, aquella dependencia que aún conservaba por los demás. Lo inútil de ese sentir, que solo acarrearía en un futuro más tragedias... mucho más dolor. Pero, allí estaba yo, una vez más, dando a conocer mi debilidad al enemigo.

—Lo siento—logre articular. Y he de confesar que aquel tono quebradizo, no mejoro mi situación — Quizás, no debí  haber venido.

No obtuve respuesta.

Su imagen borrosa, a causa de mis ojos empañados, me irrito, así que antes de dar por terminada aquella “pequeña” reunión, decidí esfumar de mi semblante todo rastro de dolor.

Alce una de mis manos, pero esta no llego a su cometido, porque antes de ello, de que pudiera inclusive entender que estaba pasando, sus brazos me rodearon.

La calidez de su cuerpo, y ese aroma exótico del que era dueño, hicieron revolotear en mi cabeza, la tonta idea de considerar a este lugar, helado y desértico, como el más bello que conocería.

—Sabes —dijo, y a pesar de solo ser un murmullo, sus palabras hicieron eco en mis adentros —, en determinadas ocasiones, está bien llorar.

—Lo sé, pero yo no quiero que los demás lo sepan, no quiero que nadie lleve mis errores, o tenga lastima por mí.

La postura que en aquellos momentos mantenía, era similar a la de una muñeca en brazos de una niña.

Él sonrió.

—Entonces—inicio nuevamente— déjame, por esta vez, ser aquel sitio donde puedas descansar con plenitud; aquel donde tu corazón se desahogue, y el alma la dejes en libertad, vacía de aquellas emociones que parecen atormentarte.

No sé si fue su voz, el día, o aquella necesidad que desde hacia tiempo me perseguía, la misma que imploraba seguridad, protección... amor. Pero mis defensas se disolvieron, y las lágrimas, esta vez, no se detuvieron.

Mis brazos rodearon su cuello, y lo abrace.

La Tierra podría estar disolviéndose del Universo, cientos de personas podrían estar padeciendo aquella extraña enfermedad, que últimamente afectaba el aire. De seguro más de uno, hoy ha elevado su vista al cielo, y se ha preguntado por cuánto tiempo más seremos capaces de gozar de la luz del sol, y los “invasores” podrían estar organizando lo que sería su reinado, cuando esto acabase.  

Sin embargo, en estos momentos no quería llenarme de preocupaciones y volver a desesperar. Hoy no quería llamar a la tristeza, porque hoy quería ser feliz, como si nada importase, como si nada estuviese pasando, abandonando ese disfraz de mujer mayor, y ser, sencillamente, una niña de diecisiete años, atrapada en un mundo desordenado, y caótico.

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¡Hola! ¿como están? Espero muy, pero muy bien, bueno yo solo queria comentarles que con este relato participo en el Concurso "Las alas de la libertad". Espero visiten este sitio, porque excelentes relatos =).

Cuidense muchisimo, y adiós.