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sábado, 28 de mayo de 2011

Un sueño particular


Estaba amarrada, sin saber el porqué, con los ojos vendados. A mi alrededor se podía escuchar el ir y venir de pequeñas, e insólitas criaturas. Extraño, porque no podía verlos para hacer tal comentario, sin embargo, era algo seguro, y para no colocar en tela de juicio la razón, aceptaba lo que me indicaba la intuición.
Uno de ellos se acercó.
— ¿Has despertado ya? —dijo. El tono de su voz, agudo, genero que orientara mi rostro hacia el lado izquierdo.
Asentí, y luego escuche un grito, supongo que fue el suyo.
— ¡Ha despertado! ¡La humana ha despertado!
— ¡Oh! —exclamó un segundo.
Oui, oui, oui—afirmó otro más, y en esta ocasión, la entonación fue grave.
Percibí el deslizar del retazo de tela de mi cara al cuello.
— ¿Puedes abrir los ojos? —solicito uno de ellos, y lo reconocí como el primero que me había dirigido la palabra.
— ¡Por supuesto que puede! —rezongo el de voz grave.
Poco a poco mi vista se acostumbró a la obscuridad imperante de aquel lugar, el cual se hallaba levemente iluminado por... bueno algo, que en simples palabras, sería considerado como un primo de la vela. A mi frente se hallaban seis criaturas -elfos- curiosas, y atentas, con sus vestiduras confeccionadas de hojas, y aquellos ojos, similares a agujeros negros, que parecían acechar los más ocultos miedos de cualquier persona.
Trague saliva.
-¿Dónde me encontraba? ¿Qué estaba haciendo aquí? Y lo más importante ¿cómo había aterrizado en el mundo de las hadas, sin darme cuenta?-
Y mientras mi mente, ocupada, analizaba todo lo mencionado, aquellos entes, sacaban sus cabezas hacia afuera, por la apertura que poseía la rudimentaria carpa en la cual me encontraba.
No desperté del trance, hasta que sentí el suelo temblar bajo mi cuerpo, y uno de ellos susurro.
—Él ha vuelto—musito.
Por fin, después de tanto tiempo—corroboro una de las elfas. Esta conservaba ambas manos unidas, con gesto soñador, y en sus pupilas obscuras parecían trazarse diversos pequeños puntos de luz- yo lo definiría como estrellas fugases-.
Hubo otro temblor, aun más fuerte que el anterior, y me contraje.
“¿Qué sería aquello?” Aunque no lo crean, prefería ignorarlo, de manera contraria comenzaría a fantasear, y eso generaría, no más que desesperación en mí. Algo, relativamente inútil, si tomamos en cuenta la circunstancia en la que estaba.
—Vamos es hora de salir, y recibir a nuestro amo—dijo el más anciano de los presentes.
—Pero... —interrumpió otro.
— ¡¿Pero qué?! —rugió, el de voz grave, apodado “pocas pulgas” por mi consciencia.
Una pequeña risita emergió de mis adentros, suerte, que estaban tan ocupados entre ellos que no se dieron cuenta, porque sinceramente no sabría decirles que ocurriría.
— ¿Qué hacemos con la humana? —prosiguió tímidamente.
La expresión de Pocas pulgas, se vio sutilmente calmada, frunció el ceño, y desvió la vista hacia su derecha.
—Mm— menciono el vetusto— es mejor que la dejen como está, luego el amo decidirá qué hacer con ella.
Todos asintieron, excepto yo, la misma que no tenía la más remota idea de lo sucedería después, y las consecuencias que acarrearía, la llegada de aquel sujeto denominado “amo”.


—Nea, asegúrate de que este bien amarrada antes de salir— dijo “pocas pulgas” antes de salir — ¡Y no tardes!
Escuche los pasos de aquel elfo, regordete, y mandón, perderse a la distancia.
Alguien suspiró.
—En nombre de las zarzamoras, se ha ido — susurro la elfa que había accedido a quedarse conmigo, hasta la hora del “ritual”. — A que es muy pesado, y rezongón—continuo, dirigiendo su vista hacia mí.
No hice alusión a contestar.
Ella sonrió.
—No te preocupes, no debes temer, yo no soy “mala” —dijo, e hizo el entrecomillado en el aire— Puedes llamarme Iu, aunque por alguna razón saltarina, Sifón, se niegue a hacerlo.
Asentí.
-Así que Sifón era el nombre de “aquel” elfo.-pensé.
— ¡Nea! —grito el mencionado sujeto.
Iu resopló.
—Al parecer hoy, ha pisado con el pie izquierdo al levantarse. — Me dedico una mirada inocente. — ¿Seguro que te sientes incomoda con tantas cuerdas alrededor de tus muñecas?
No respondí.
Aquella elfa se aproximó, y en unos segundos ocupo lugar a mi lado. No comprendí lo que estaba haciendo, hasta que sentí mis manos libres. Ella enrolló la cuerda, y la escondió en su bolsillo.
—Así te sentirás mucho mejor, de forma contraria parecías un prisionero, y no un visitante — balanceo el rostro. — Son incomprensibles para mí, las actitudes encaradas por Sifón, pero bueno. Solo quédate aquí, dentro de una hora a más tardar estaremos de regreso, y como recompensa por aguardar te regalaré un tazón de sopa... — prosiguió alegre.
— ¡Nea! — una vez retumbo aquel llamado.
Iu volvió a suspirar.
—Adiós— musito, y una dimita sonrisa emitió antes de desaparecer tras la cortina que ocupaba el lugar de la puerta.
Me quede tiesa, en silencio, varios minutos, dejando que mis oídos hiciesen el resto, porque antes de hacer cualquier cosa, era mejor estar consciente del peligro que me esperaba.
Una vez, estuve segura, me levante, y asome mi rostro a la salida. Nada, no existía rastro de vida “elfo” a mi alrededor, así que con sumo cuidado di el primer paso. El silencio era abrumador, e ingresaba a mi interior cual si fuera un silbido aterrador.
Continúe caminando, hasta adentrarme en el bosque que ladeaba el camino. Temerosa, intentaba no desorientarme, no fantasear. –Mantén la calma, mantén la calma- repetía mi voz racional- no te anticipes, y nada, absolutamente nada, de reacciones bruscas.- Aquello era un buen consejo, lástima que eran peculiares las ocasiones en que las seguía al pie de la letra.
Una rama crujió detrás de mí. No, no fue una simple rama, aunque eso pensara, no contaba con tanta suerte, lo que oí fue algo más profundo... algo lejano a la naturaleza humana.
Otro más, pero esta vez a continuación, escuche numerosas pisadas, y voces demasiado familiares.
Retrocedí.
El árbol que estaba delante de mí se dobló, dejando ver la suela de una desgastada bota.
- ¿Qué...?-
No fue necesario que de mis labios saliera un murmullo más, porque las respuestas llegaron solas.
Un cuerpo se deslizó por encima de la bota, y cayo firme, clavando sus pupilas en mí.  Guió su vista hacia atrás, y dedico una mirada llena de furia a lo que sea que se encontraba allí.
— ¡Nea! — Exclamo— Te dije que controlaras que estuviera amarrada antes de salir. —reprocho.
—Pero, me he fijado, y todo estaba en orden antes de reunirme con ustedes— contesto de forma defensiva el aludido.
El elfo resopló.
—Esto te pasa, por ser soñadora.
—No es cierto— protesto.
Una sombra se extendió sobre nosotros, dejando en cero la poca claridad que teníamos.
—Ya basta—anuncio una voz, intensa y clara— Están asustando a mi visitante.
— ¿Su visitante? — respondieron a dúo, aquellos “invisibles” para mis ojos. Y me pareció escuchar la risita de Iu.
—Así es—contesto la misma voz.
Percibí la cercanía de “ese” algo, una ráfaga de viento me envolvió, diversos arboles se aplastaron, y no sé cómo explicarles lo siguiente que aconteció, solo me vi a mi misma sentada en las manos de un... ¡gigante!
—Bienvenida a casa— dijo, y en el café arrasador de sus ojos, distinguí rasgos familiares.
-Acaso era...
.....
—Gise —alguien me sacudió—Gise— volvió a repetir el mismo ser.
Abrí los ojos, y un cielo dorado, y fucsia me recibió de regreso. Era un atardecer, uno de aquellos maravillosos del mes de mayo.
Me reincorpore.
—Al fin, has despertado— dijo Samanta. Una de mis tantas preciadas amigas. —Creí que no volverías de Nunca Jamás— continuo.
Levante la vista al cielo.
—Curioso— declaré.
— ¿De qué estás hablando? —inquirió ella, simulando haber encontrado aquello que yo buscaba en el firmamento.
—Parece que has leído mis pensamientos, porque yo vengo de un lugar similar.
Mi querida amiga puso los ojos en blanco, con la típica expresión, que hablaba por sí misma.  
Has enloquecido-
Reí.
—No estoy loca, he visitado un lugar similar, pero en mis sueños—aclare.
Ella desvió su atención hacia los diversos libros que estaban desparramados en el suelo.
—No me extraña—respondió— Tú existes en este mundo, pero eres más perteneciente a aquel, que al que te vio nacer.
—Pero, sabes qué—continúe, ignorando su último comentario.
Me contemplo.
—Lo alucinante de este tema, es que Darío era el gigante.
— ¿Darío? —repitió. Y ambas estallamos en carcajadas.
.....
Dicen que cuando sueñas con una persona, es porque la misma ha pensado en ti. Y ahora me pregunto, en este caso, se aplicara el mismo criterio.
-Quién sabe-.
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¡Hola! ¿como están? Bueno este relato, surgio de un pequeño sueño que tuve el jueves de esta semana =). Espero les guste, yo me he reido mucho gracias a él, asi que lo he escrito..
Se cuidan mucho, y adiós.

2 comentarios:

Lulee dijo...

Buena entrada.. el relato estuvo muy entretenido me gusto(:

Gisel dijo...

¡Hola! Muchisimas gracias por comentar todo lo que escribo =). Valoro mucho tus palabras =D.
Adiós, y te cuidas.

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